martes, 30 de noviembre de 2010

Adiós doña Eloína

Teléfono Rojo
Eliseo Tejeda Olmos

Creo que si alguien podría utilizar como anillo al dedo la frase de “no soy monedita de oro para caerle bien a todos”, esa fue doña Eloína Vargas Merino, lideresa por más de tres décadas del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio de la Universidad Veracruzana (SETSUV), quien deja buenos y malos recuerdos a muchos.
Entre los primeros están un buen número de sus representados, entre los segundos casi todos los Rectores de la Máxima Casa de Estudios y sin duda, a todos los administradores de la UV que tuvieron que tratar con ella en las negociaciones síndico-patronales.
Aguerrida como secretaria general del sindicato al que condujo con mano de hierro para que nadie se saliera del huacal, doña Eloína puso y dispuso de plazas y cargas de trabajo, aunque a los académicos, estudiantes y personal de confianza de la UV nunca les gustaran sus modos y posturas.
Ayer se fue para seguramente descansar en paz, pues siempre se le encontraba en sus oficinas del SETSUV excepto cuando por razones justificadas tenía que descansar algunos días o andaba en comisiones fuera de la capital del Estado.
En mis comienzos de reportero en el desaparecido Sol de Xalapa, me encargaron entrevistarla. Sus oficinas no estaban todavía en la avenida Orizaba, sino creo que en la avenida Xalapa, el recuerdo es vago porque esa primera entrevista con doña Eloína fue hace casi 30 años.
Adusta como siempre lo fue, pero que también cuando reía lo hacía sin limitaciones, al terminar la entrevista que le hice libreta en mano porque las grabadoras no eran la herramienta esencial como lo son ahora, me advirtió: “mañana voy a comprar su periódico para ver si publica lo que realmente le declaré, porque si no es así ya nos veremos las caras” y soltó una carcajada que corearon dos o tres de sus seguidores.
 Afortunadamente para mí, la publicación no llevó nada que no dijera doña Eloína y entonces compró dos suscripciones del periódico que permanecieron hasta que este desapareció y en las posteriores entrevistas concedidas a este reportero me gustaba mucho y alimentaba el ego que dijera a los sindicalizados presentes: “me cae bien este muchacho”.
Como dice la canción de Alberto Cortés, el tiempo pasó y pues dejé de cubrir las fuentes sindicales pero no dejé de saludar a la Lideresa cada vez que me la encontraba y que por cierto, por esas mismas razones de tomar caminos diferentes, fueron cada vez más escasos los saludos y los encuentros.
Ayer con sorpresa me enteré por medio de algunas páginas web de noticias que doña Eloína había fallecido. Me sorprendí porque me parece que hasta el último momento encabezó al sindicato y las negociaciones laborales de los poco más de tres mil afiliados y los mantuvo unidos por medio de un férreo control hacia el interior.
Mujer de carácter que cumplió su ciclo al frente de un sindicato cuyos dirigentes habrán de enfrentar el reto de llenar los zapatos de la extinta lideresa.
Otra vez le deseamos que descanse en paz.
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