jueves, 21 de abril de 2011

¿Víctimas colaterales?

Teléfono Rojo
Eliseo Tejeda Olmos
Para Alfredo, Evaristo, Antonio y otros más que no aparecen

En el puerto de Veracruz, la marcha por la paz y tranquilidad para las ciudadanas y ciudadanos  no tuvo eco y no pasaron de cincuenta personas las que se manifestaron en la Plaza de la Soberanía; en Xalapa más de medio millar de manifestantes en su mayoría jóvenes, marcharon con temas diversos pero todos enfocados a la demanda de seguridad ciudadana.
Unos pidieron el retiro del Ejército de las calles, otros condenaron la represión que ya se da en baja intensidad aprovechando el clima social enrarecido. No está por demás apuntar que son los jóvenes quienes más resienten el acoso de las fuerzas del orden.
De ellos, los jóvenes, se les toma como tema central de los discursos políticos y que son nuestro futuro. Los militares son señalados de enfocar sus baterías hacia los jóvenes para reprimirlos, como ocurre en muchos países. En varias calles y avenidas de la capital veracruzana, como Lázaro Cárdenas, Chedraui Karam, Atenas, Rébsamen y Ruiz Cortínez, patrulleros en camionetas y coches sin placas, acosan a los jóvenes que visten de manera estrafalaria o que por llevar mochila al hombro los presuponen como graffiteros.
Son jóvenes clasemedieros o de clase baja que andan a pie, no los más afortunados que circulan por las calles en vehículos de papi o mami con los radios a todo volumen para hacerse notar.
Los patrulleros ven a uno, dos o tres jóvenes caminando por las calles, enfundados en sus pantalones de mezclilla, camisas negras, pelo abundante y despeinado y eso es suficiente para pararse cerca de ellos y acosarlos, esperando a que salgan corriendo para tener el pretexto de detenerlos y si no lo hacen, entonces de plano bajarse garrote en mano para intimidarlos.
Bolsean a los muchachos, les quitan sus celulares y en algunos casos hasta el calzado, cuando éste es de tenis de marcas de moda y los amenazan con detenerlos y algo peor si se atreven a denunciarlos.
Más de un lector dirá ¿y eso qué, seguramente son graffiteros o ninis?
Pues no. De acuerdo a las indagatorias previas sobre la condenable ejecución de seis personas en Morelos, entre ellas el hijo del poeta y periodista Javier Sicilia, por lo menos dos de los jóvenes asesinados habrían sido asaltados por presuntos policías ministeriales que hasta los zapatos les quitaron y los amenazaron con represalias si se atrevían a denunciar el hecho.
Hasta el momento, las investigaciones ya establecen la participación de ex policías en el crimen que fue punto de partida para las marchas en todo el país como la que hubo en Xalapa.
Dice con toda razón la colega Laura Haddad que es muy doloroso saber de la muerte del hijo de Javier Sicilia, pero acá mismo, es el día y la hora en que el hijo del fotorreportero Antonio Palacios, Guillermo Antonio, no aparece. La última vez que supieron de él, es que caminaba por el Peñascal, alrededor de la avenida Chedraui Karam el pasado 28 de marzo.
Ya va para un mes que nada se sabe de Memo, se esfumó. ¿Puede ser posible? ¿El miedo impide a quienes vieron algo relacionado con la desaparición del joven Palacios, enterar a su padre o amigos de lo sucedido?
Compartimos la incertidumbre de los familiares del periodista Evaristo Ortega Zárate quien en este mes se cumple un año desaparecido sin que nadie informe de nada; otro joven amigo, Alfredo Pelayo desapareció cuando viajó a Nuevo Laredo para comprar una camioneta de trabajo. Han pasado dos meses y nada sabemos de él.
¿Las cosas deben llegar al grado de que cada uno de nosotros tenga una pérdida de ese tipo, tan dolorosa para que la sociedad reaccione? Hay quienes se creen ajenos a ese tipo de sucesos, ojalá y tengan razón.
Mientras tanto, todos aquellos que sufren por la desaparición de un ser querido, tendrán que protestar por el acoso que se hace a los jóvenes acá. en la patria chica por parte de policías uniformados, de civil y de los delincuentes.
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